Dunas y atardeceres para un precioso viaje interior. La historia de Marta.
Una Vida ajetreada y la Experiencia de la Nada Mònica Lapeyra Pertussini

Más historias sobre el Desierto. Hoy os voy a contar la experiencia de Marta, que participó en la Caravana del 2019.
Marta es una mujer Top Ten, de esas que llegan a todo y todo lo hacen bien y a tiempo, y que además es simpática, seductora, guapa y con un tipazo que no veas. Dirige el departamento de Soft Skills de una importante consultora en Barcelona.
Tiene una hija de 10 años, lista y espabilada como la que más, a la que quiere con locura y por la que hace todo y más. También encuentra tiempo para hacer deporte y por las mañanas se dice a sí misma “soy una mujer sana y deportista, soy una mujer sana y deportista”. Como habrás visto al leer cómo es su vida, Marta tiene una vida ajetreada y con poco tiempo para perder.
Pero como Marta ha aprendido a aprovechar las oportunidades de la Vida cuando se presentan, cuando le hablé de las Caravanas en el Desierto, se organizó rápidamente, invitó a dos de sus mejores amigas a que la acompañaran –y lo hicieron-, y se vino con nosotros.
Un día, cuando al atardecer ya habíamos acampado, Marta cogió su alma y anduvo tres o cuatro dunas más allá de donde estábamos el grupo y las khaimas (tiendas donde nos alojamos) y se puso a cantar a pleno pulmón, a entonar las canciones que recordaba que le cantaba su madre de pequeña. Cantaba con la fuerza y la vitalidad de quien cree que no la oye nadie… aunque en el campamento, con un té en la mano, todos habíamos hecho silencio para escuchar su voz.
Cuando acabó su concierto personal y privado, pero compartido sin querer, regresó al campamento. Seguía tarareando en voz baja una canción que hablaba de un tierno abrazo (o una jota que hablaba de una hiedra que trepaba por la pared), aún sin darse cuenta de que algunas seguíamos con la atención puesta en su voz.
Por la noche, después de la exquisita sopa calentita que nos había preparado Ahmed, nuestro cocinero, en ese espacio mágico en el que nuestras almas se inspiraban para compartir las sensaciones del día, Marta empezó a hablar de lo bien que le estaba sentando la experiencia de lo que ella llamó “la Nada”. El viaje de la Nada, de la que estamos tan necesitados en este mundo tan lleno de cosas, ruidos, estímulos externos que generan estímulos internos que generan pensamientos que dan vueltas y vueltas y no sabemos cómo parar… y con la libertad más absoluta…
Luego, como cada noche, se durmió a cielo descubierto, sobre una duna, cerca de donde había estado cantando, bajo las estrellas y las constelaciones.
En esa Caravana y en ese Desierto, Marta cantó y cantó y se rio a carcajada limpia y en vez de agotarse, como sentía que le sucedía muchos días en su ajetreada Vida, cargó sus pilas y limpió su cabeza llena de responsabilidades, cambiándolas por una alegre y rotunda Paz mental. Gran regalo del Desierto, que siempre invita a la Paz mental.
Este año no puede venir, pero la próxima vez lo hará con su hija Daniela, para que también ella pueda aprender a distinguir, desde pequeña, la diferencia entre “una vida ajetreada” y “el Viaje de la Nada”. Y a saber que, aunque no siempre es fácil tomarse un respiro con tanto oxígeno tan puro como el del Desierto, cuando la ocasión se presenta, la abrace con fuerza y se lance a la experiencia…
Si quieres viajar por la Nada y un poco de Paz Mental, tal vez te siente bien venir al Desierto...
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Y si quieres ver a Marta unos años después, recordando la Caravana, entra aquí.